Este articulo ha sido aceptado para el 2015 congreso internacional de la IPSO en Boston.
traducción Margarita Mosquera Zapata
La visión freudiana del complejo de Edipo resulta de un sesgo
cultural, provocado por la circuncisión, que desnaturaliza y debilita el mito
de Sófocles.
Roheim fue el primero en señalar el hecho de que los rituales de
separación de la madre / sumisión al padre de los primitivos falseaban el
complejo de Edipo:
"...
la sobre abundancia de rituales que tratan ese tema (la oralidad) es un
camuflaje del com-"plejo de
Edipo." [1]
Esta
observación se aplica evidentemente, a la circuncisión. Pero Freud interpreta
la ceguera edípica como una castración:
Es
erróneo. En Sófocles, el castigo paterno es la muerte por abandono en la
naturaleza, lo que es muy distinto a la castración. Freud proyectó en el mito
de Sófocles la amenaza de castración de la circuncisión, extremadamente
embarazosa pues consiste en un comienzo de realización. Además, no es el padre sino
Edipo mismo quien opera la ceguera que simboliza su ignorancia, su
"ceguera", su inconsciencia cuando mató a su padre y desposó a su madre, doble ceguera entonces (un
ojo por papá, un ojo por mamá). El hecho de que Freud haya transformado esta
metáfora en un asunto de castración es el colmo de... su propia ceguera,
resultante de la angustia y de los fantasmas de castración de un circunciso. En
el escenario de Sófocles, el castigo paterno por la muerte es el fantasma
inconsciente normal: deseo de matar al padre para desposar a la madre / miedo
de ser matado por él. Freud proyectó entonces sobre el mito helénico el muy judaico
ritual de castigo (por anticipación) por simulacro y amenaza de castración, más
bien que por la muerte. Víctima del traumatismo de su circuncisión, desnaturalizó,
torció, el Edipo de Sófocles. No es entonces Freud sino Sófocles quien inventó lo
inconsciente y el complejo de Edipo. Freud inventó solamente la ciencia del
desciframiento de lo inconsciente.
La consecuencia de esta oblicuidad cultural es un grave error teórico
que falsea la teoría y la práctica psicoanalítica: Freud substituye a los
fantasmas corrientes de castración un "complejo de castración"
inexistente, que integra impropiamente al complejo de Edipo.
Para quienes no han sido traumatizados por una mutilación sexual, a la
edad de los impulsos sexuales por el padre del sexo opuesto, y de los celos
hacia el otro, la amenaza imaginada por el niño frente a sus deseos
concernientes a la pareja parental, no es la castración sino la muerte por
exclusión de la familia. Freud formuló esto justamente para las niñas ¡pero no
para los muchachos!
En las culturas que practican la circuncisión, el complejo de Edipo
(momento de integración en la sociedad) es falseado. Una amenaza real de
castración viene a sustituirse al temor imaginario de la muerte resultante del
deseo inconsciente de matar al padre del mismo sexo. Pero la buena resolución
del Edipo no puede resultar de una lesión (o de una amenaza de lesión) física
por otro. Por el contrario la valoración, positiva o negativa, de cualquier
parte del cuerpo, por una violencia real o verbal del grupo social, constituye
una inaceptable injerencia del legislador en el desarrollo del individuo y la
vida familiar, fuente de psicopatología de masa. Esta afirmación encontró una
ilustración particularmente chocante en Israel donde una decisión de justicia,
felizmente reformada en apelación, condenó a una madre a una pesada multa
diaria hasta que ella no hiciera circuncidar a su hijo.
Los circuncisos, o quienes han sufrido una amenaza de castración,
pueden encontrar una escapatoria, creer en una atenuación en su favor de la Ley
universal. Nada tal como una circuncisión o una amenaza de castración para
pervertir a un niño. Dudar de los actos de sus genitores le es difícil. Es
naturalmente conducido a jactarse, con una gran riqueza de argumentos, de sus
beneficios tanto como de sus fechorías, incluso contra sí mismo. Convertido en
adulto, lo que siempre ha existido le parece natural, lo reproducirá.
El circunciso arriesga entonces de hacer de su discapacidad una coartada
irrisoria. Una castración parcial le aporta el reconforto de un signo de
"identificación" poniéndolo no sólo por encima de las mujeres sino
incluso por encima del común de los mortales. ¡Como si bastase con una
mutilación para quitar (o no quitar) la infancia! No es que los demás hombres,
los "extranjeros", son íntimamente considerados como excluidos
despreciables, sucios e intocables so pena de contaminación. Es sobre todo que
sería impensable que ellos desposen a sus hijas o a sus hermanas. La endogamia
racista y la posesión de las mujeres son entonces, ciertamente, uno de los
objetivos de la operación. Es también que la circuncisión es un signo exterior
de pertenencia a una comunidad violenta – y entonces, supuesta potente.
Pretendidamente más tranquilizadora que los documentos de identidad, la
pretendida identidad colectiva de un simple signo particular deviene así el
paradigma del narcisismo de grupos que se excluyen de la comunidad universal,
discriminándola. Ese rasgo de identificación ubica definitivamente a sus
detentores en una casta: los "elegidos", que puede creer que todo le
está permitido (lapidación, escisión, matrimonio forzado, poligamia,… etc.) o
que todo (la "tierra prometida") le es debida. Es entonces, por medio
de una acción violenta sobre lo inconsciente y las potentes motivaciones del
mundo de los afectos, una técnica perversa de enrolamiento del individuo.
Refuerza la división del mundo en grupos rivales que se libran a guerras sin
piedad.
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