jueves, 14 de febrero de 2013

Cuatro sueños de Freud sobre la circuncisión, Michel Hervé Bertaux-Navoiseau



Cuatro sueños de Freud sobre la circuncisión


            La psicoanalista Wendy Colman[1] descubrió que la circuncisión de Julius, el hermano menor de Freud por entonces de año y medio de edad, es la clave de dos de sus sueños: “Mi hijo, el miope”[2] y el sueño del manicomio[3]. Ella fue tímida en sus interpretaciones y nosotros agregamos a las suyas otros dos sueños célebres a propósito de los cuales vamos a ver que abordan el mismo tema: la monografía botánica y el padre muerto.


“Mi hijo el miope”

“A causa de ciertos acontecimientos acaecidos en la ciudad de Roma, es preciso poner a los niños en un lugar seguro; “lo hacemos. La escena ocurre ante un pórtico, una doble puerta a la antigua (la “Porta ‘Romana’ de ‘Siena, como lo sé en el sueño). Estoy sentado al borde de una fuente, muy deprimido, casi en ‘lágrimas. Una figura femenina –una doméstica o una religiosa- lleva dos niños y los entrega a su padre…, que no soy yo. El mayor de los dos es evidentemente mi hijo mayor, no veo el ‘rostro del otro; la mujer que lleva al muchacho le pide darle un beso de adiós. Ella se distingue por una nariz roja. El muchacho rechaza besarla pero le dice haciéndole adiós con la mano: “AUF GESERES”, y a nosotros dos (o a uno de nosotros):”AUF UNGESERES” Tengo la idea de que la segunda fórmula indica una preferencia.”

            El gran hallazgo de Colman es haber visto que la doméstica que presenta los hijos al padre cumple el ritual que precede a la circuncisión: la entrega de los hijos al padre por la madre, a través del umbral de la pieza que Colman asocia con el portal del sueño. Ortodoxa, asocia circuncisión, castración y ceguera.
            Mientras que el sueño comienza por hablar de un peligro para los niños:

“… es preciso poner a los niños en lugar seguro… “,

Freud nos señala el acontecimiento de la víspera, que desencadena el sueño:

“… un conjunto confuso de pensamientos suscitados por la representación de una obra: “Das neue (cuidado) Ghetto”… la pregunta judía, la preocupación por el futuro de los niños….”

y hace la asociación entre miope y cíclope, que conecta con una pérdida de la “bilateralidad”. Se trata en efecto de la pérdida de la bisexualidad y de la feminidad, resultante de la circuncisión.
            Ni Freud ni Colman señalan que el pozo, en el borde del cual está sentado el soñante, simboliza a la madre. Colman señala que la nariz roja de la mujer evoca la sangre de la mutilación. Aquí está presente a la vez un reproche hacia la madre cómplice y compasión por la víctima de la dominación masculina de la cual el niño al lado de ella, comparte la emoción. Pero ella no ve que el rechazo del niño a besar a la mujer y la inversión de la fórmula del adiós expresan el gran deseo del sueño: no volver a ver a los criminales y, según el comienzo del sueño, franquear las puertas del gueto para escapar a la circuncisión.
            Asociando la Porta Romana de Siena con un manicomio, Freud nos suministra, sin saberlo, su sentimiento de profundo respecto a la circuncisión. También asocia “geseres” con “gesaüert” (“levantado”), que reenvía a la erección de la que Colman señala que es un prerrequisito, causado por el mohel, para la circuncisión. “Ungeseres” muestra que el soñante ¡prefiere la flacidez a la circuncisión!
            Sin que desafortunadamente el padre del psicoanálisis haya podido ser de ello consciente, sus asociaciones evocan muy justamente la pérdida causada por la circuncisión; la comparación entre circuncisión y pérdida de un ojo (miope, cíclope) es muy cercana a la realidad biológica en la cual la pérdida del labio del glande es comparable a la de párpado del ojo. Estas asociaciones ven esta pérdida como una pérdida simbólica de la feminidad-bisexualidad (bilateralidad).
            El: “Mi hijo, el miope” en el comienzo de un sueño que asimila la circuncisión con la pérdida de un ojo y que predica el encerramiento de los que circuncidan, debe pues traducirse en: “Mi hermano, el circunciso”.


El manicomio:

“El lugar es una mezcla de manicomio privado y de muchos otros locales. Un domes-‘tico aparece y me pide ir para un interrogatorio. En el sueño, sé que algo desapareció y que el interrogatorio tiene lugar porque estoy sospechado de haberme apropiado del objeto. El análisis del sueño muestra que interrogatorio tiene un doble sentido y significa también “examen médico. Consciente de mi inocencia, y de mi función de médico que consulta en “la casa, sigo tranquilamente al doméstico. En una puerta, otro doméstico nos recibe y dice señalándome: “¿Por qué lo trae? Es una persona respetable.” Entonces entro solo en una gran sala donde se encuentran unas máquinas, lo que me hace pensar en la gehena con sus instrumentos infernales de castigo. Veo uno de mis colegas extendido en un aparato, él tendría todas las posibilidades de notar mi presencia, no lo hace. Se me dice después que me puedo ir. Pero no encuentro mi sombrero y, a fin de cuentas, no puedo “irme”.

            Este sueño es una repetición del sueño “Mi hijo el miope”. En efecto, el manicomio, un infierno esta vez, es la sinagoga de la que el sueño precedente nos enseñó que Freud la considera como un manicomio. Freud es objeto de una investigación, es sospechoso de haber sido cómplice de la tortura de la circuncisión de su hermano, que el soñante asimila con un robo. De hecho, su conciencia le reprocha no haber hecho nada para oponerse a la tortura-mutilación de Julius. Refiere el acontecimiento de la víspera que provocó el sueño: no encontró su sombrero guardado por una criada. Es este uno de los elementos de descargo en la investigación: él mismo privado del “sombrero” de su glande, no es culpable. Pero circunciso o no, es culpable… de ¡auto-sexualidad! El segundo elemento de descargo es que es médico, y entonces miembro eminente de la comunidad judía. El inconveniente es que no puede “irse”: dejar la comunidad. Siendo inválidas sus dos coartadas, debe permanecer en el infierno.


“La monografía botánica”[4]

Freud sueña haber escrito la “monografía de una planta”:

“El libro está delante de mí, volteo precisamente una página donde, una pintura en color está inserta. Cada ejemplar contiene un espécimen disecado de la planta, como un herbario”.

Sin saberlo, nos revela algunos de sus pensamientos sobre la circuncisión. "Botánica" ocupando el lugar de sexualidad, la monografía en cuestión parece ser un libro sobre el órgano sexual masculino. La víspera del sueño, lee en una vitrina el título de un libro sobre una flor, el cyclamen, flor preferida por su mujer, quien le reprocha no ofrecérsela más a menudo. Es preciso notar que pasa de una flor, algo que ofrecer, a algo que puede ser plantado. Pero ¿cómo no leer en ese “Zyclamen” – que Freud prefiere emplear en lugar de “Alpenveilchen” –no el “significante” cyclamen, sino la palabra con todas sus connotaciones, de las cuales el radical cycle (círculo, anillo)? Siguen diferentes asociaciones de ideas entre las cuales: el arrastre de las hojas de una alcachofa (la flor favorita de Freud) y de las páginas de un libro por Freud, de niño, y su hermana menor –una escena que Freud califica como recuerdo-pantalla sin captar que se trata de la circuncisión– evocan precisamente ésta última. La primera de estas asociaciones reúne las ideas de aniversario y de ausencia de amor  (el mismo fenómeno se produce en el doctor Olievenstein, véase nuestro estudio).
            En lo que denomina un “argumento apasionado en favor de mi libertad de actuar a mi gusto, de vivir mi vida como me plazca” (Freud se levanta contra el rigor del judaísmo), la circuncisión es muy indirectamente criticada bajo la forma de un auto-reproche: el elevado precio de las fantasías de Freud. Porque el prepucio es la corola del falo pero no puede ofrecerlo a su mujer porque ha sido de éste privado. Su libro es un homenaje a los mutilados que encontraron allí una imagen a color de su prepucio, incluso el prepucio mismo embalsamado y engarzado.
            El libro del sueño hace también alusión a la monografía escrita por Freud sobre la coca y sus virtudes analgésicas. De modo que los ensañados en la circuncisión deberían al menos, anestesiar a sus pobres víctimas.
            Finalmente, escribir un libro no es arrancar sino pegar juntas páginas. Llegamos al principal deseo realizado por el sueño: volver a pegar, restaurar, el prepucio de Freud, es decir el instrumento de la sexualidad infantil, la cual es, con lo inconsciente, el gran descubrimiento freudiano.


El padre muerto

                                                                                       “Esas cosas defendidas
                                                                                        Hacia las cuales te arrastras
                                                                                        Y que serán tuyas
                                                                                        Cuando hayas cerrado
                                                                                        Los ojos de la opresión.”
                                                                                                              Léo Ferré

            Es necesario leerlo en la carta a Fliess del 2 de noviembre de 1896[5], más bien que en "La ciencia de los sueños" que omite un detalle principal, que sólo permite la interpretación. Sigismund –e intencionalmente le devolvemos su nombre de “bris” – ve en sueños un afiche:

“SE RUEGA CERRAR LOS OJOS”,

con la certeza de tener que tomar la expresión en los dos sentidos, propio y figurado. Escribe a su amigo:

“Enseguida reconocí el lugar: es la tienda del peluquero a donde voy todos los días.”

Freud reconoce de inmediato el lugar precisamente porque es un lugar al que, en la vida, nunca va: la sinagoga. No fue allí sino el día de su circuncisión, escena  de la cual el recuerdo está grabado para siempre en su inconsciente, desde aquí viene el sentimiento de realidad experimentado por el soñante. Así mismo, la tienda del peluquero es un lugar reservado para los hombres, como el de la circuncisión. Acá se manejan cuchillas y se encuentran sillones, como para la circuncisión donde es preciso necesariamente, el sillón del padrino que sostiene al niño y un sillón vacío, el de Elías.
            ¿Cómo no asociar el párpado y el prepucio? Tal es que el afiche toma valor de exhortación para tapar de nuevo el glande y para protestar contra la circuncisión de la que sabemos, por otra parte, que Freud la reprueba. ¿Cómo sería posible cerrar los ojos del difunto si se hubiera visto privado de sus párpados? Eso sería también imposible sin cerrar los ojos a propósito de la circuncisión de la que el padre es responsable.
            Pero el sueño asegura, perfectamente, su función de guardián del sueño; sarcásticamente simula pasar en silencio la falta del padre mucho más que la que el enlutado se complace en reprocharse. En efecto, el soñador se regocija con una ironía mordaz, del deceso de su verdugo y se felicita por no haberle ofrecido un entierro de primera clase. Siendo el entierro del padre una excelente ocasión para manifestarse contra el del prepucio del hijo, el deseo realizado por el sueño es el de protestar contra la circuncisión, públicamente y vía fijación.
            Es el segundo sueño de Freud respecto a la circuncisión, donde el ve una hoja de papel (prepucio pergamino) con una imagen en el primero, una frase escrita en el segundo. Es un sueño repetitivo –prueba de un grave traumatismo– en el cual revive y trasciende el horror de su mutilación denunciándola públicamente pero en sueño… Los más intrépidos verán ahí un sueño de parricidio edípico.


            Los cuatro sueños dan prueba del traumatismo de la circuncisión en Freud. Son gritos sinceros de lo que nunca se ha atrevido a decir, a saber: que la circuncisión es una tortura loca.





[1] "The scenes themselves which lie at the bottom of the story:" Julius, circumcision, and the castration complex. Psychoanalytic review, 1994 81 (4), 603-25.
[2] La science des rêves. 1900. Paris: PUF; 2003. O.C., IV, p. 310, 490-3.
[3] La science des rêves. 1900. Paris: PUF; 2003. O.C., IV, p. 381.
[4] La science des rêves. 1900. Paris : PUF ; 2003. O.C., IV, p. 205-213.
[5] Naissance de la psychanalyse, carta n° 50. Paris: PUF; 1956. p. 151.

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