por Michel Hervé Navoiseau-Bertaux
traducido por Margarita Mosquera
Así como la principal función del prepucio es la
auto-sexualidad, igualmente si la naturaleza ha provisto a las mujeres de dos
órganos sexuales, uno interno, orientado hacia la reproducción, el otro
externo, destinado al puro placer, es justamente para autorizar a éste último
durante el periodo en que el coito es un riesgo nefasto para el feto. Éste no
debe ser per-turbado (père-turbé) en su sueño. Nada garantiza que el coito no
sea susceptible de aterrorizar y traumatizar al feto. Ser despertado en su casa
por una intrusión que puede ser experimentada como más o menos chocante y
violenta, ser trastornado, preocupado por respiraciones fuertes y gritos, tener
que interrogarse sin éxito sobre lo que ocurre, puede ser desagradable y mal
vivido por algunos, una minoría, esperemos, pero de la cual el traumatismo va a
arruinar toda la existencia.
Es por
ello que el extravagante hara-kiri japonés transformaba el fracaso belicoso de
los pretendidos valientes (curiosa valentía la de imponer a su medio ambiente
la exhibición de un atroz espectáculo) como homenaje al recuerdo de los coitos
parentales; en el último acto de su vida, el samurái se identifica con su
genitora simulando en su propio vientre, una penetración violenta por el padre,
realizando un fantasma Edípico invertido. Igualmente, el síndrome de Koro
parece estar conectado con un trauma del periodo prenatal. Notemos que el corte
del freno de la lengua en los niños, realiza una amenaza mucho más terrible que
la de la circuncisión puesto que se dirige a la cabeza.
Feto. ¡no molestar!
El traumatismo provocado en el niño de corta edad, por la
visión del coito parental (Freud, El Hombre-Lobo) es uno de los grandes
descubrimientos del psicoanálisis, admitido ahora corrientemente. Este trauma
explica gran número de enfermedades psíquicas o psicosomáticas. Parece, sin
embargo, que se den muchas más de tales enfermedades que niños que de muy
jóvenes hubieron tenido ocasión de presenciar una escena de amor. La
hipótesis más valedera es que la, o las escenas de amor que generan traumas no
han sido vistas sino vividas en la edad fetal. Freud explica la constipación
del Hombre-Lobo (su principal síntoma psicosomático) por el placer
experimentado durante los lavados vividos en un fantasma de segundo nacimiento.
¿Pero no encuentran una mejor explicación los espasmos que provoca esta
constipación en la necesidad de obstaculizar una sodomía fantasmática,
temida por el niño (el Hombre-Lobo). Esta interpretación lanza un fulgor crudo
sobre el fantasma del Hombre-Lobo durante la primera cita con Freud:
"… va a tomarme por el trasero y a cagar en mi
cabeza."
Y esto tanto más, cuando
la asociación hecha por el paciente con el cuento del abuelo parece explicar el
sueño por la intrusión del padre en la matriz. Recordemos que este cuento narra
la historia de un sastre en su tienda. Un lobo salta por la ventana. El sastre
le corta la cola y el lobo huye. Parece que el cuento de caperucita roja podría
también ilustrar el sueño.
Como el
paranoico, el feto toma para él todo lo que ocurre alrededor de él. El comienzo
del episodio paranoico del Hombre-Lobo en el momento mismo en que se ve
excluido de la casa Freud, que se había tornado para él un abrigo
casi-familiar, toma todo su sentido; no sólo el sustituto del padre lo perturba
enviándolo a un médico que le opera torpemente de la nariz (pene) –lo que
realiza dramáticamente la predicción de la herida de la doméstica– sino que
simbólicamente le cierra el paso hacia la madre. La pequeña gota hace desbordar
el vaso.
El
psicoanálisis reveló ya con certeza (véase, Françoise Dolto) que el niño sufre
las repercusiones de accidentes tenidos por la madre embarazada. Después de la
segunda guerra mundial, el cuerpo médico eliminó la tradicional prohibición del
coito durante el embarazo. La multiplicación de las enfermedades
psicosomáticas, particularmente el autismo y el asma, nos parece ser
consecuencia directa de esta "liberación", el porcentaje de población
susceptible de convertirse en alérgica ha pasado del 10% en 1950 al 30%
en 1990.
Porque numerosas enfermedades psicosomáticas
extraen sus características de las agresiones sufridas por el feto. En la
epilepsia es más evidente puesto que imita el orgasmo hasta la introducción de
la lengua en la tráquea. Las alergias se han convertido en moneda corriente.
Halpern[1] cita un caso de shock anafiláctico al esperma en el cual, la
sensibilización fue provocada in útero por contacto con el esperma del padre.
El asma imita la respiración anhelante de los amantes. Los pruritos del eczema
reproducen los frotes del acto sexual. El autismo parece oponerse al "egoísmo"
inconsciente de los perturbadores del sueño fetal y los comportamientos
auto-mutiladores de los autistas pueden ser una repetición de lo que sufrieron
en la matriz. La anorexia-bulímica parece remedar, en una forma repetitiva, lo
que ella sintió como "grandes bufes", seguidos de largas
abstinencias. Se puede pensar que numerosos casos de prematuros se deben al
hecho de que el niño hace lo necesario para alejarse de un lugar que se ha
vuelto inhóspito y que el obeso toma tanto lugar para manifestar que el suyo a
sido violado!.
Laurence Pernoud[2] reconoce que no conocemos las consecuencias del coito sobre
el feto. Algunos, como Françoise Dolto, defienden un efecto positivo del
orgasmo, incluso de las hormonas del placer. No obstante, mientras no se
demuestre científicamente la ausencia de efectos negativos, las mamás han de
ser prudentes al contentarse con orgasmos clitorídeos, los únicos que pueden
ser comprendidos por el feto habida cuenta de su práctica personal. Si la madre
es frígida en particular, el feto sufre el coito como ella, sin efecto
positivo, incluso con efectos negativos. El feto es testigo obligado de la vida
sexual de sus parientes, no tiene que ser la víctima de ellos. Durante el embarazo,
los parientes prudentes se contentarán de acompañarlo en su auto-sexualidad sin
intentar enseñarle más. Porque son numerosos los que parecen percibir el coito
como un desorden insoportable del que el individuo sufrirá toda su existencia.
[1] Alergias. Paris : M.A. éditions ;
1984.
[2] Pernoud L. Espero un
niño.
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