sábado, 9 de febrero de 2013

Placenta, clítoris, prepucio, Leboyer contra la violencia de los adultos, Michel Hervé Navoiseau-Bertaux, traducido por Margarita Mosquera Zapata





texto en francés
texto en inglés



Placenta, clítoris, prepucio, Leboyer contra la violencia de los adultos(*)
(el corte prematuro del cordón umbilical y la perdida de la ambilateralidad, un fantasma de castración de la mujer, una castración real para el niño


“Si queremos crear un mundo menos violento,
Donde el respeto y la gentileza reemplazarán el miedo y el odio,
Debemos comenzar por la manera en que tratamos el comienzo de la vida.
Porque es en ese momento, que se instalan nuestros modelos más profundos,
De estas raíces brotan el miedo y la alienación – o el amor y la confianza."Suzanne Arms

“El nacimiento sin violencia tranquiliza al niño y le evita el miedo.” Étienne Herbinet

“Bien-Nacer Bien-Estar"(*). Danielle Rapoport

“El baño, fue maravilloso para él.” Un papá

“Un nacimiento extraordinario, maravilloso, notable, privilegiado…”120 entre 120 mamás.
“Mi teoría es que la mejor manera de cambiar el mundo es cambiar los procedimientos del nacimiento.” William Swartley(1)


    Respetando el bebé como a una persona extremadamente sensible y vulnerable, con sentimientos, emociones y sensaciones agudas, Frederick Leboyer(2) ha revolucionado los procedimientos del nacimiento. Su gran innovación reposa en la observación según la cual el corte prematuro del cordón umbilical es traumatizante. Adoptada por la OMS, ella consiste en esperar el clamperado natural (detención fisiológica de las pulsaciones), excepto cuando hay debilidad cardíaca en el bebé –lo que toma entre cinco y veinte minutos, algunas veces varias horas– y permite al niño ganar de 80 a 100 gramos de sangre rica en alimentos esenciales(3). Va acompañada de cuidados tiernos, de un máximo de suavidad y de un medio ambiente en calma y apaciguador: nada de teléfono, voz baja, penumbra (es necesario disponer un spot luminoso sobre la vulva de la mamá para reconocer una eventual hemorragia), abstenerse de forzar la cabeza del bebé, de suspenderlo por los pies, de golpearlo en sus nalgas como acogida, más bien dejarlo reposar sobre el vientre de la madre(*), ponerlo al pecho materno casi de inmediato, no separarlo de la madre (adoptado por la OMS) ni siquiera para un baño relajante (sin lavado) que se hará a su tiempo, masaje y caricias al máximo, horas de contacto piel a piel (adoptado por la OMS) todo esto, para prevenir el sufrimiento del bebé.



    Odent(4) subraya los momentos de intensa felicidad del primer encuentro entre el niño y sus padres, programados por la naturaleza bajo la influencia de la oxitocina, hormona del apego. Insiste en la necesidad de dejarlos descubrirse tranquilamente y denuncia implícitamente la intrusión, en esta fiesta familiar, del ginecólogo apresurado por terminar. Es como si un equipo médico venia hacer los exámenes prenupciales en medio de la boda. Sin llegar hasta el nacimiento-Loto en el cual, al cabo de algunos días, el cordón se cae solo dado el proceso de desecación, preconiza no cortarlo sino hasta cuando esté seco y duro. Veremos que por entonces habrá cumplido su función de oxigenación y de nutrición del bebé con alimentos esenciales. Señala igualmente la función inmunitaria del irremplazable calostro – la leche materna de los tres primeros días. Es el primer alimento que el niño debe recibir.

    Como resultado, se reduce el llanto, los “bebés-Leboyer” no son ni violentos ni deprimidos sino apacibles, alegres y enérgicos, sonríen y llevan su cabeza desde el primer día, lo que antes era muy raro(5). Una investigación sobre 120 nacimientos(6) reveló que en su gran mayoría son bilaterales (ambidiestros). También reveló mayor independencia y autonomía, habilidad manual precoz, desarrollo un poco más rápido (caminar a los 13 meses en lugar de a los 14-15, limpieza y autonomía alimenticia y de vestimenta desde los 2-3 años) y sobre todo “niños sin problemas” (Michel Odent): sin dificultades alimenticias o de sueño en el 97% de los casos, disminución de perturbaciones psicosomáticas (gritos paroxísticos, cólicos durante los tres primeros meses) y una notable ausencia de peticiones de consejos en el 95% de las mamás. Alrededor de diez años más tarde, otra observación(7, citada por (1)), obtenida sobre 126 bebés, reveló el 100% de ambilaterales, QIs sorprendentemente elevados, gran facilidad en la adquisición de lenguas extranjeras y ausencia de la mayoría de las enfermedades infantiles.

    No obstante el éxito mediático del “Nacimiento sin violencia” ha desencadenado una controversia tan reñida como internacional(8). Cansado por esas complicaciones y ante la falta de medios puestos a su disposición, Leboyer presentó su dimisión como jefe de servicios de un hospital parisino (9) para consagrarse a la escritura. Si la carencia de vocaciones en ginecología es tan inquietante hoy en día, “Nacimiento sin violencia” es reeditado regularmente en el mundo entero y muchas maternidades han “institucionalizado su aplicación sin sacrificar exigencias médicas”(6). No obstante, algunas de éstas últimas pueden evitarse o reducirse con niños de buena salud. Y sobre todo, pueden diferirse.
    
    Los investigadores suecos acallaron las críticas más virulentas. Un primer estudio, realizado sobre 400 nacimientos(10), mostró que la acogida Leboyer no tiene consecuencias sobre la mortalidad infantil. Un segundo(11) verificó que el apego se realiza mejor si el niño puede permanecer sobre su mamá durante las dos primeras horas. Otros descubrieron que dado que el bebé está inmunizado contra la flora maternal, hacerlo cohabitar estrictamente con la madre  lo protege de las infecciones que emergen por vía uretral(12), gran pretexto (los antibióticos son ampliamente suficientes) de los médicos americanos partidarios de la inaceptable circuncisión.

    Invocado por los oponentes, el riesgo de ictericia debido a un exceso de glóbulos rojos no se confirmó(13), (14), (15) o puede evitarse dejando la placenta al mismo nivel del bebé. El respeto por el clamperado natural evita el tétano en la infancia(16). Del lado de la madre, esperar la evacuación de la placenta disminuye el riesgo de hemorragia post-parto y la facilita la expulsión de la placenta(17).

    Con todo, aunque recomendado por la OMS, el clamperado natural no se ha adoptado universalmente y nadie es profeta en su país; en Francia, solo el 10% de las maternidades lo practican contra el 83% en Dinamarca(18). Leboyer tiene mucho éxito en el extranjero –-particularmente en los países anglosajones– donde comadronas, médicos e investigadores aportaron un caudal a la legitimidad de la técnica milenaria traída desde el país de Gandhi por el yogui ginecólogo. Y una fuerte corriente(19), (20), (21), (22), de la cual un estudio meta-analítico(22) referente a 1912 nacimientos en 15 investigaciones controladas, un balance(23) y varios editoriales(24-25), se esboza para afirmar: “lo que pide justificación es el clamperado precoz”(14). Un observador afirma incluso que se requeriría del consentimiento parental. El editor de Archives of disease in childhood hace notar que no se ha convertido en una rutina por falta de estudios sobre los efectos a largo plazo. ¿Pero, se hicieron tales estudios al adoptar el clamperado inmediato? La aplicación general de una técnica que parece contraria a los procesos naturales fue deliberadamente anticientífica.

    Una primera investigación sobre el ritmo cardíaco(26) concluye un retorno a lo normal más rápido con el clamperado natural. Una segunda, realizada sobre 30 bebés, afirma: “Estos resultados dejan pensar que el parto Leboyer está asociado con un aumento temporal de la resistencia pulmonar y sistémica a la par que no se afectan las funciones ventriculares derechas e izquierdas”(27).

    Luego se observó que antes del nacimiento, la madre entrega al niño un importante volumen de sangre (hasta la tercera parte del volumen total) que se almacena en la placenta(3), (24), (28), (29), (30), (31), (32), (33), (34), (35), (36), (37), (38). Este paso es transfundido justo después del nacimiento(3) por la presión de las contracciones que continúan. Aportando el oxígeno necesario para el esfuerzo del comienzo de la respiración, evitar la asfixia temporal provocada por el clamperado precoz. Lind(3) informa que la respiración interviene 3 segundos más tarde con el clamperado natural. Sólo una creencia ciega puede contradecir la evidencia de que el paso a la respiración por una interrupción brutal, incluso breve, de la alimentación de oxígeno, es un método de coerción bárbaro, similar a la tortura en el agua, con desastrosas consecuencias psicológicas. La pérdida de la bilateralidad es de ello la prueba más evidente pero muchos observadores consideran que la alteración del cerebro por insuficiencia temporaria de irrigación es una causa de autismo (1,1% de los niños en los USA). En efecto, esto último es desconocido por los amish y los somalís quienes esperan la salida de la placenta para cortar el cordón umbilical. Al permanecer algunos minutos en el interior de la madre, la placenta garantiza al niño la mejor oxigenación posible. En consecuencia, incluso en caso de hemorragia en la madre, nunca se debe clamperar antes del establecimiento de una respiración regular.

    Esta afluencia tiene también una función mecánica de irrigación de los órganos que no han funcionado hasta ahora (riñones, hígado, etc.), sin privación de los otros órganos en riesgo de hipovolemia e hipotensión, y una función de dilatación de los pulmones. El aumento de volumen y de presión(39) sanguínea permite al corazón del bebé llenar los alvéolos pulmonares, disponiéndolos para su próxima tarea.

    Finalmente está fuertemente cargado de células raíces, glóbulos rojos, glucosa e hierro en calidad y cantidad tales que la sangre de la placenta de un bebé de la misma familia es utilizada para el tratamiento de la anemia. Privando al niño de ello en un momento decisivo de su existencia, sobre todo en los países subdesarrollados donde la mitad de los niños son anémicos a la edad de un año, parece deliberadamente anti-científico. Pero esto no es solamente verdadero en los países subdesarrollados; incluso una frágil deficiencia en hierro o una anemia ligera en la infancia pueden generar déficits cognitivos. Una investigación(14) entre muchas(24), (38), (40), (41), (42), (43), (44), (45), realizada hasta la edad de 6 meses entre 358 nacimientos, mostró que el clamperado natural disminuye fuertemente el riesgo de anemia; las tasas de hierro, ferritina, hematocrito(37) y hemoglobina globular(35), (46), (47), (48), y en fin la de glucosa(14), (49), (50), (51) se aumentan notablemente. Esto es particularmente importante para los niños amenazados sea por su peso débil, sea porque la madre tiene una baja tasa de ferritina, sea porque no pueden recibir suplemento alimenticio en hierro.

    La sangre de la placenta igualmente contiene hormonas que inducen el amor y el apego (oxitocina), favoreciendo los primeros intercambios entre la madre y el niño.
Ultee concluye así su estudio(14) en 37 bebés prematuros: “El clamperado inmediato del cordón umbilical tendría que ser desaconsejado.” y: “El clamperado diferido no parece tener efectos nefastos.” Reynolds(52) anota igualmente la ausencia de efectos perversos. Por el contrario, el clamperado precoz aumenta los riesgos de hipotensión(29), anoxia, hemorragia interventricular(35), (53), (54) (muy particularmente, en los prematuros(28)) y el recurrir a la transfusión(55), (56) y a la reanimación(31).

    La placenta parece un regalo de la madre, una canasta de provisiones que le prueban al bebé que no está abandonado sin recursos, casi un primer objeto transicional. Se demostró así que la naturaleza previó para el nacimiento un sistema complejo, extremadamente perfeccionado. La injerencia de hombres presionados en sus planes carece por lo menos de pertinencia. La placenta es un sistema de alimentación y de excreción por intercambios plasmáticos con la matriz. Está irrigado por dos arterias pulsadas por el corazón del bebé, no por el de la mamá, y una vena vuelve al bebé. De manera que pueda aprovisionar al bebé en últimos recursos necesarios para sus primeros momentos, no se evacúa al mismo tiempo que el niño. Parece que la naturaleza programó el pare de las pulsaciones para cuando el contenido de la placenta sea agotado. Botar la placenta antes del cumplimiento de sus funciones es totalmente insensato. La placenta es exterior al cuerpo del bebé, pero hace parte de él. Es propiedad del bebé, sólo la naturaleza tiene el derecho de separarlo de ella.

    Después de este balance, vayamos al aporte inédito de este trabajo: intentar responder a la pregunta formulada por Rapoport(6): “…el ambidiestrismo es importante, aunque no podamos saber cuál es su significación.” Algunos médicos califican de anti-científica la compleja realidad de la bilateralidad(57) sin tener en cuenta que las observaciones ya hechas son suficientes – quien puede lo más puede lo menos –  para seguir adelante sin detenerse en la diversidad de las actas en la materia. Un rechazo tan importante revela una ceguera que de parte de los lateralizados, parece la expresión de celos inconfesados. Ya que el ambilateral hace proezas en los deportes, en particular en el tenis y los deportes de combate. Es anti-científico oponerse a un progreso evidente a nombre de una ignorancia sobre la extensión exacta de este progreso. Hemos visto que nacer con delicadeza tiene repercusiones psicológicas positivas a largo plazo. Cualidad apreciada, la bilateralidad en los bebés-Leboyer pone de manifiesto que no se destruye un órgano en pleno funcionamiento sin traumatizar el cerebro duraderamente. El corte prematuro la impide porque causa un traumatismo. ¿Cuál es entonces el mecanismo de este traumatismo?

    Etología y psicología elemental dan a pensar que la lateralización, normalmente consecuencia del aprendizaje, resulta de una inhibición patológica.

   Primer hecho: la sumisión (diestros) o la oposición eventual (zurdos) a la norma adulta es absurda; no es el hecho de la confianza sino de la ceguera causada por el terror inconsciente que resulta del choque provocado por la detención brutal de la alimentación por vía la placenta antes de su extinción natural, gradual y apacible. Por algunos instantes, la naturaleza previó un doble sistema de aprovisionamiento en oxígeno y nutrición. Mientras el cordón late, la placenta permite una adaptación progresiva, una transición suave entre los dos sistemas. En la naturaleza, en ausencia de prisas médicas, la madre no tiene razón alguna para cortar el cordón que se deseca y cae por sí mismo al cabo de algunos días. Si el corte se produce antes del término previsto por la naturaleza, se priva no solamente al niño de sus alimentos naturales, sino que se interfiere brutalmente en la gestión de su cuerpo por el bebé. Él está obligado a tomar su primera respiración bajo el efecto de una violencia inaudita. Provocando dolor y angustia atroz, el corte es sentido como una mutilación cruel. Íntimamente aterrorizado, vitaliciamente, por los adultos, incluyendo la madre, el niño se ajustará a la norma. Los ambilaterales son normales, diestros y zurdos no lo son.

    Segundo hecho, la lateralización es igualmente compartida entre los primates – que dejan el cordón intacto – mientras que los diestros están en su mayoría en el Hombre.
Estos dos hechos hacen pensar que esta mayoría es consecuencia del lenguaje que, al favorecer dominación e intimidación, frustra el natural equilibrio estadístico. No hay razón alguna para que la mano derecha sea la más fuerte. Los diestros son más numerosos porque los profesores han impuesto el uso de la mano derecha para la escritura y porque los militares han reforzado el fenómeno. La humanidad es diestra porque la sociedad humana es una sociedad dominadora. La lateralización no es entonces consecuencia del desarrollo natural del cerebro, según la explicación neurológica pero tautológica de Janov(5). Primer traumatismo, el corte prematuro crea la neurosis universal, su conformismo y su comitiva de inhibiciones.

    Conscientemente o no en los que asisten al nacimiento (enfermeras, parteras, ginecólogos), se trata de apropiación individual o colectiva del bebé en un deseo compulsivo de gozar de él. Todo pretexto es bueno para arrancar al bebé de los brazos de la mamá y tenerlo para sí un momento: “Y ahora, ¡a la pesa!” pero la balanza está en otra parte, o más aún, la madre tiene un resfriado y el niño debe absolutamente ser puesto en el cuarto de niños, con el riesgo de infecciones nosocomiales... En el clamperado precoz, el mecanismo de esta apropiación es el del pensamiento fetichista, infantil o primitivo, que, según el psicoanálisis, asimila la parte por el todo. Es explotado por los manipuladores vudúes; para controlar a sus crédulas víctimas y forzarlas a la prostitución (a falta de mutilaciones sexuales, abolidas por los esclavistas), les roban un mechón de cabello. El clamperado precoz y los cuidados médicos obsesivos son a la vez una actualización del gusto de los primitivos por los rituales de separación que esclavizan el individuo a la tribu. Son también un modo de los equipos médicos para escapar a la angustia del parto. Es el niño quien paga las cuentas de este ansiolítico.

    Leboyer condenó igualmente la escisión y la circuncisión(58). Lo que es verdadero para la placenta lo es a fortiori para los órganos específicos de la manu sexualidad, muy ricas en terminaciones nerviosas erógenas y táctiles. Invasivas y destructoras, estas escisiones  provocan un traumatismo tan grave como el corte prematuro del cordón umbilical. La misma causa, la violencia, produce el mismo efecto: una profunda sumisión y la repetición de un crimen absurdo. No todos parecerán necesariamente traumatizados, una minoría lo estará gravemente. Hay probablemente una relación de causa-efecto entre la circuncisión, el anti-judaísmo que provoca, y la mutación genética que induce una elevada propensión al cáncer de seno en una gran mayoría de judíos askenazis.

    La sumisión se amplía por la ruptura traumática del apego bebé-mamá, de una reciprocidad dramática cuando la madre, al no encontrar más las sonrisas iniciales del niño, “no reconoce más” a su niño y, peor aún, lo maltrata(8). Como penosamente experimentado por Romberg-Weiner(59), es una lástima tener un parto-Leboyer si enseguida se circuncida al niño. Del mismo modo, no hay nacimiento suave con corte prematuro del cordón. Leboyer se opone a estos comportamientos tiránicos. Su mensaje puede resumirse así: “Deje al bebé, su placenta y su mamá tranquilos.”

       Provocado por el corte prematuro, el síntoma de la lateralización aporta una ilustración nítida de la teoría freudiana de las mutilaciones pretendidas simbólicas como técnicas de sumisión. Los traumas del corte apresurado del cordón umbilical y las estimulaciones sexuels son similares.  Que sean rituales o médicos, los cortes societales de rutina sobre las jóvenes generaciones, separan dramáticamente al niño de la madre. La consecuencia, y a veces incluso por objetivo confeso de esas violencias terroristas, es de someterlos a una sociedad despótica.



Conclusión

    En el curso de la historia, el patriarcado multiplicó los instrumentos de violencia destinados a romper el vínculo entre madre e hijo. Son una de las grandes fuentes de criminalidad y de enfermedades mentales individuales o colectivas. Al correlacionar las técnicas de parto con las conductas adultas: “Los procedimientos obstétricos deberían ser evaluados cuidadosamente y, de ser posible, modificados para prevenir eventuales comportamientos suicidas”, muchas investigaciones sobre el suicidio(60, 61, 62, 63) consolidan los descubrimientos de Leboyer. Lo mismo ocurre con la criminalidad(64, 65, 66, 67, 68). Cometidas a la edad en que la vulnerabilidad es mayor, las violencias precoces son los peores excesos de adultos quienes reproducen lamentablemente, y a veces agravan, lo que ellos mismos han sufrido. Ese ciclo infernal debe ser roto.

    Expuesto por Benjamín Franklin, el corte prematuro del cordón umbilical se remonta a la época en que la medicina practicaba la sangría. Es el primer acto de violencia de los adultos contra el niño que es puesto “bajo terror” (Alice Miller). A cuenta de la multiplicidad de técnicas quirúrgicas deliberadamente utilizadas en el curso de la historia con el objetivo de someter al niño: escisión, circuncisión, amigdalotomía, tonsilactomía, escarificaciones, etc., nos podemos preguntar si un maquiavelismo médico no premeditó el corte precoz del cordón umbilical con el mismo objetivo. Un movimiento en sentido inverso se dibuja pero los ejemplos de Copérnico, Galileo, Freud… etc., pusieron de manifiesto la dificultad para rehacer el mundo. La medicina es un universo donde lo mejor se codea con lo peor: dogmas fijos, capillas, incompetencias, arrogancias y prejuicios, en manos de mandarines omnipotentes y en donde, por consecuencia, el error no está ausente. Se requirió medio siglo para aceptar el descubrimiento de la higiene (Semmelweiss) que ha permitido una fuerte disminución de la mortalidad posnatal. Para el nacimiento en suavidad, hace ya más de treinta y cinco años que los celos salvajes, el orgullo tonto y la idiotez ciega ignoran una de las más preciosas observaciones médicas de todos los tiempos. Si, después de las vivas resistencias descritas por Rapoport(5), (7), la profesión se apoderó de la mayor parte de las recetas de Leboyer, la principal queda criticada y poco seguida y, a pesar del excepcional interés de su aporte a la humanidad, no obtuvo el premio Nobel. Sin embargo, el corte prematuro del cordón umbilical traumatiza el cerebro y priva la vida naciente de alimentos esenciales. La no-violencia llegó a expulsar a los ingleses de la India. ¿Tendrá razón del orden médico castrador, occidental y judeo-cristiano, cuyas acusaciones de carácter anti-científico parecen simplemente calumniosas con respecto al multi-milenario saber empírico de la India? Enfrentado al saber psicoanalítico y tal como fue explicado por Rapoport(6), esta manera de acceder al nacimiento permite afirmar que, si todo ocurre bien, el único trauma del nacimiento, generador de neurosis universal, es el del corte prematuro del cordón umbilical. Recordemos que el descubrimiento de Leboyer encuentra su origen en su revivir, durante su psicoanálisis personal, el trauma de su propio corte prematuro. El autor de estas líneas también pudo experimentar el revivir de la infernal experiencia de una tortura amenazando la vida, precedida por un nacimiento en un suave disfrute. Quienes no hayan hecho esta experiencia no tienen fundamentos para dudar.

    La revolución Leboyer es una oportunidad para el planeta de salir del atolladero mortífero en que ha sido precipitado por el productivismo obsesivo. Liberar a la juventud de la violencia de los adultos le permitirá solucionar los problemas de mañana por la imaginación y la suavidad más que por el equilibrio del terror y sus exterminaciones recurrentes.


(*) NT. Bien naître, Bien-être. Juego de palabras por homofonía. Las dos frases se pronuncian exactamente igual en francés.


Sigismond (Michel Hervé Navoiseau-Bertaux) – oldsigismund@hotmail.com
Investigador independiente en psicoanálisis, antiguo alumno del Departamento de psicoanálisis de la Universidad de Paris VIII, autor de “Las mutilaciones sexuales femeninas y masculina, el más grande crimen contra la humanidad” (libro y artículo disponibles gratuitamente en academia.edu.

Margarita Mosquera (di1version@gmail.com) es psicoanalista en Medellín, Colombia.http://analiz-arte.blogspot.com/ y http://topsylac.blogspot.com/

  
(*) Este artículo fue objeto de una “rápida respuesta” del 17 de noviembre del año 2010 publicada por la British medical journal: http://www.bmj.com/content/341/bmj.c5447


(1) Swartley W. Self and society, the primal issue. Interview by Rowan J.  Brit J June 1977. http://primal-page.com/rowan4.htm
(2) Nacimiento sin violencia. Paris: Seuil; 1974.
(*) Es deseable que la madre, o el padre en el caso en que ella no pueda hacerlo, sea la primera persona en cargar el bebé y ubicarlo en el vientre de ella.
(3) Lind J. Physiological adaptation to the placental transfusion: the eleventh blackader lecture. Can Med Assoc J. 1965; 93: 1091–1100.
(4) Odent M. The First Hour Following Birth: Don’t Wake the Mother! Midwifery Today, 61.
(5) Birth without violence: an evening with Doctor Leboyer. J primal therapy. 1975, II (4), 289-300.
(6) Rapoport D. Bulletin psycho 1976, XXIX, 322: 552-560.
(8) Rapoport D. El buen-tratamiento hacia el niño: raíces y alas. Paris: Belin. p. 34-40.
(10) Wessel S. Van Geffel R. Treinta meses de experiencia del “nacimiento sin violencia”, Enfants 1977, (4), 297-312.
(11) Larsson K. Université de Goteborg.
(12) Winberg J., Bollgren I., Gothefors L., Herthelius M., Tullus K. The prepuce: a mistake of nature? Lancet 1989; i: 598-9. http///www.cirp.org/library/disease/UTI/winberg-bollgren
(13) Saigal S. Usher R. Symptomatic neonatal plethora. Biol neonate 1977 (32): 62-72.
(14) Ultee C. Van der Deure J., Swart J., Lasham C., Van Baar A. Delayed cord clamping in preterm infants delivered at 34-36 weeks gestation: a randomised controlled trial. Arch dis child fetal neonatal ed 2008 (93): F20-23.
(15) Chaparro C., Neufeld L., Tena Alavez G., Eguia-Líz Cedillo R., Dewey K. Effect of timing of umbilical cord clamping on iron status in Mexican infants: a randomised controlled trial. Lancet 2006, 367 (9527): 1956-58.
(16) Odent M. Neonatal tetanus. The Lancet 2008; 371:385-386 DOI: 10.1016/S0140-6736(08)60198-1.
(17) Walsh, S. (1968, May 11). Maternal effects of early and late clamping of the umbilical cord. The Lancet: 997.
(18) Winter C., Macfarlane A., Deneux-Tharaux C., Zhang W.-H., Alexander S., Brocklehurst P. et al. Variations in policies for management of the third stage of labour and the immediate management of postpartum haemorrhage in Europe. BJOG 2007; 114:845-54.
(19) Levy T, Blickstein I. Timing of cord clamping revisited. J Perinat Med 2006; 34(4):293-7.
(20) Weeks A. Umbilical cord clamping after birth. BMJ 2007; 335: 312-3.
(21) Fogelson N. Delayed Cord Clamping Should Be Standard Practice in Obstetrics. 2009.
(22) Hutchon D. Why do obstetricians and midwives still rush to clamp the cord? BMJ 2010; 341:c5447.
(23) Hutton E., Hassan E. Late versus early clamping of the umbilical cord in full-term neonates: Systematic review and meta-analysis of controlled trials. Journal of the American Medical Association 2007; 297(11), 1241–1252.
(24) Mercer J. Current best evidence: a review of the literature on umbilical cord clamping. J Midwifery women's health 2001 (46): 402 –414.
(25) Stenson B. Optimising blood volume at birth in preterm infants. Arc dis child, fetal & neonatal 2008 (93) n°1 (Editorial): F1.
(26) Fournier J.-C., Burgun P., Bock A., Louis D., Renaut R. Estudio del ritmo cardíaco instantáneo del recién nacido en los 50 primeros minutos de la vida. Congrès de Biarritz, nov 1976.
(27) Nelle M., Kraus M., Bastert G., Linderkamp O. Effects of Leboyer childbirth on left- and right systolic time intervals in healthy term neonates. J perinatal med 1996, 24 (5), 513-520 (22 ref.)
http://cat.inist.fr/?aModele=afficheN&cpsidt=3245212
(28) Whipple GA, Sisson TR, Lund CJ. Delayed ligation of the umbilical cord: its influence on the blood volume of the newborn. Obstet Gynecol 1957 (10): 603–610.
(29) Usher R, Shephard M, Lind J. The blood volume of the newborn infant and placental transfusion. Acta Paediatr 1963 (52): 497 –512.
(30) Yao A., Moinian M., Lind J. Distribution of blood between the infant and the placenta after birth. Lancet 1969 (2): 871-3.
(31) Yao A., Lind J. Effect of gravity on placental transfusion. Lancet 1969, 2 (7619): 505 –508.
(32) Yao A., Lind J. Placental transfusion. Am J Dis Child 1974 (127): 128 –141.
(33) Dunn P. Tight nuchal cord and neonatal hypovolaemic shock. Arch Dis Child 1988 (63): 570 –571.
(34) Linderkamp O, Nelle M, Kraus M, Zilow E. The effect of early and late cord-clamping on blood viscosity and other hemorheological parameters in full-term neonates. Acta Paediatr 1992 (81): 745 –750.
(35) Wardrop C., Holland B. The roles and vital importance of placental blood to the newborn infant. J perinat med 1995 (23): 139-43.
(36) McDonnell M. Henderson-Smart D. Delayed umbilical cord clamping in preterm infants: a feasibility study. J pediatric child health 1997 (33): 308-10.
(37) Ceriani Cernadas J. Carroli G., Pellegrini L. et al. The effect of timing of cord clamping on neonatal venous haematocrit values and clinical outcome at term: a randomized controlled trial. Pediatrics 2006 (117): e779-87.
(38) Aladangady N., McHugh S., Aitchison C. et al. Infants' blood volume in a controlled group of placental transfusion at preterm delivery. Pediatrics 2006 (117): 93-8.
(40) Prendiville W, Elbourne D. In: Chalmers I, Enkin M, Keirse M, eds. Effective Care in Pregnancy and Childbirth. Oxford : Oxford University Press; 1989. 1145–69.
(41) Kinmond S., Aitchinson T., Holland B. et al. Umbilical cord clamping and preterm infants : a randomized trial. BMJ 1993 (306) : 172-5.
(42) Michaelsen K., Milman N, Samuelson G. A longitudinal study of iron status in healthy Danish infants: effects of early iron status, growth velocity and dietary factors. Acta Paediatr 1995; 84: 1035 –1044.
(43) Grajeda R., Perez-Escamilla R. and Dewey K., Delayed clamping of the umbilical cord improves hematologic status of Guatemalan infants at 2 months of age. Am J Clin Nutr 1997 (65) : 425–431.
(44) R Gupta and Ramji S., Effect of delayed cord clamping on iron stores in infants born to anemic mothers: a randomized controlled trial. Indian Pediatr 2002 (39): 130–135.
(45) Van Rheenen P. and Brabin B. Late umbilical cord-clamping as an intervention for reducing iron deficiency anaemia in term infants in developing and industrialised countries: a systematic review. Ann trop paediatr 2004 (24): 3–16.
(46) Yao A. Mhinian M., Lind J. Distribution of blood between infant and placenta after birth. Lancet 1969 (25) 2: 871-3.
(47) Linderkamp O., Nelle M., Kraus M. et al. The effect of early and late cord clamping on blood viscosity and hemorheologic parameters in full-term neonates. Acta Paediatr 1992 (81): 745-50.
(48) Ibrahim H., Krouskop R., Lewis D. et al. Placental transfusion: umbilical cord clamping and preterm infants. J perinatol 2000 (20): 351-4.
(49) Haedon J., Ward Platt M. Metabolic adaptation in small for gestational age infants. Arch dis child 1993 (68): 262-8.
(50) Pisacane A. Neonatal prevention of iron deficiency. BMJ 1996 (312) : 136-7.
(51) Mercer J., McGrath M., Hensman A. et al. Immediate and delayed cord clamping in infants born between 24 and 32 weeks: a pilot randomized controlled trial. J perinatol 2003 (23): 466-72.
(52) Reynolds G. Beyond sweetness and warmth: transition of the preterm infant. Arch dis child fetal & neonatal ed 2008 (93) n°1: F2-3.
(53) Mercer J., Vohr B., McGrath M et al. Delayed cord clamping in very preterm infants reduces the incidence of intraventricular hemorrhage and late onset sepsis : a randomized controlled trial. Pediatrics 2006 (117): 1235-42.
(54) Rabe H., Reynolds G., Diaz-Rossello J. Early versus delayed umbilical cord clamping in very low birth weight preterm infants. Cochrane database syst rev 2004 (4) ; CD003248.
(55) Rabe H., Wacker A., Hulskamp G. et al. A randomized controlled trial of delayed cord clamping in preterm infants. Eur J pediatrics 2000; 159: 775-7.
(56) Hosono S., Mugishima H., Fujita H., Hosono A., Minato M., Okada T., Takahashi S., Harada K. Umbilical cord milking reduces the need for red cell transfusions and improves neonatal adaptation in infants born at less tan 29 weeks gestation: a randomised controlled trial. Arch dis child fetal neonatal ed 2008 (93) F14-19.
(58) Carta del 4 de junio de 1980 à R. Romberg-Weiner.
(59) Romberg-Weiner R. Circumcision, the painful dilemma. South Hadley: Bergin and Garvey; 1985.
(60) Salk L, Lipsitt LP, Sturner WQ, et al. Relationship of maternal and perinatal conditions to eventual adolescent suicide. Lancet 1985; i: 624-7.http://www.cirp.org/library/psych/salk1/
(61) Jacobson B, Eklund G, Hamberger L. et al. Perinatal origin of adult self-destructive behavior. Acta psychiatr Scand 1987; 76 (4): 364-71.
(62) Van der Kolk BA, Perry JC, Herman JL. Childhood origins of self-destructive behavior. Am J Psychiatry 1991; 148; 1665-71.
(63) Jacobson B. Bygdeman M. Obstetric care and proneness of offspring to suicide as adults: case-control study. BMJ 1998; 317: 1346-49.
(64) Raine A, Brennan P, Mednick S. Birth complications combined with early maternal rejection at age 1 year predispose to violent crime at age 18 years. Arch Gen Psychiatry 1994, 51 (12) : 984-8
(65) Chamberlain D. What babies are teaching us about violence. Pre- and Perinatal Psychology Journal, 10 (2), Winter 1995, 57-74.
(66) Raine, Brennan & Mednick, 1997.
(67) Arseneault, Tremblay, Boulerice, & Saucier, 2002
(68) Hodgins, Kratzer & McNeil, 2002.

No hay comentarios:

Publicar un comentario