PSICOANÁLISIS
DE LAS MUTILACIONES SEXUALES, MUTILACIÓN
SEXUAL DEL PSICOANÁLISIS
(Freud entre Sófocles, Abraham y Alice Miller)
(Freud entre Sófocles, Abraham y Alice Miller)
Traducción Margarita Mosquera Zapata
“… no solamente no nos pertenece el
cuerpo del niño,
“sino que su sexo, mucho menos.” Françoise Dolto [1]
Introducción
Los
dos grandes descubrimientos de Freud: la sexualidad infantil y el mecanismo de
lo inconsciente, son corolarios uno del otro, dado que lo inconsciente proviene
de la represión de la primera. Las mutilaciones sexuales siendo la cima de esta
represión, el psicoanálisis aporta un saber esencial para comprenderlas y
condenarlas. Ellas son, a pesar de eso, un verdadero desafío para él. En
efecto, el traumatismo de su propia circuncisión, provocó muchos errores
clínicos y teóricos de Freud. Así, las mutilaciones sexuales ilustran, muy
particularmente, el testimonio de Alice Miller que el traumatismo es un factor
mayor de psicopatología.
No podemos citar en este breve
balance, los pensamientos sobre las mutilaciones sexuales de Bettelheim,
Groddeck, Roheim, Lewinter, Dolto, Leboyer, Kristeva, Miller, Nathan,
Tractenberg y tantos otros. Reunirlos con los de Freud casi constituiría una teoría psicoanalítica de las
mutilaciones sexuales. Nos contentaremos con los pensamientos de Freud.
I El
cuatro clínico (psicoanálisis de las mutilaciones sexuales)
1) Introducción: represión de la
auto-sexualidad y amenaza de castración
Bajo
una o otra forma, todas las sociedades humanas repriman en diversos grados la
sexualidad infantil: la auto-sexualidad, para dominar a la juventud y prevenir
el incesto. Acaeciendo antes de los celos hacia el padre del mismo sexo, esta
represión es la causa primera de la represión inconsciente y puede, en
consecuencia, provocar el fracaso del complejo de Edipo. Freud la llama “el
complejo nuclear de las neurosis”[2]. Ahora bien, la represión
es tanto más intensa en cuanto la represión parental se acompaña de violencia o
de amenazas de violencias, y la clínica psicoanalítica regularmente constata
los daños provocados por la violencia erigida en sistema de educación. Sobre
todo si esta violencia, ejercida a nombre de la tradicional mentira: “Es por tu
bien.”, concierne al sexo. La violencia es y ha sido, durante generaciones, la
base de los sistemas educativos de la humanidad, tanto que las psiconeurosis
son las más corrientes enfermedades. La cima de esta violencia, las
mutilaciones sexuales deben ser condenadas por todos los que quieren evitar
convertir al niño en neurótico, perverso o psicótico. Freud fue uno de los
primeros en la historia en condenarlas:
“... los pequeños niños escuchan decir que a
los niños Judíos les han cortado algo en el pene” – un pedazo del pene, piensan
ellos – lo que les da un derecho para despreciar a los Judíos.”[3]
“... la
angustia de castración es uno de los motores más frecuentes y fuertes de la
represión y por lo mismo, de la formación de neurosis. Los análisis de casos en
los que no fue la castración sino la circuncisión la que fue practicada en los
niños como terapia o como castigo al onanismo (lo que no fue raro en la
sociedad anglo-americana), han dado la última certidumbre a nuestra convicción.”[4]
Combatiendo un tabú, se pone los guantes. Su
condenación es indirecta, parece no apuntar sino a los anglo-sajones Además, su afirmación de que la
circuncisión es una amenaza de castración será póstuma[5]
y sugerida por el sesgo de una nota al pie de página. Pero nunca enunció la
evidencia de que la circuncisión es la castración del
órgano especifico de la auto-sexualidad masculina, lo que es difícil de tomar
consciencia para un circunciso. Al establecer un paralelo entre la circuncisión
y los efectos clínicos devastadores de las amenazas verbales de castración
prevalecientes en la sociedad occidental de las cuales habla en el cuerpo del
texto, escribe en esta nota:
“(1)… Una muy
antigua costumbre, la circuncisión, otro sustituto simbólico de la castración,
‘no puede ser considerada sino como la sumisión a la voluntad paterna...”,
Puesto que toda la familia y no el niño, se
somete no al padre sino al abuelo y al grupo societal tiránico, esta equivocación
da testimonio del profundo traumatismo de Freud debido a su propia
circuncisión. Alice Miller afirma que el traumatismo provoca la parálisis, desde
luego parcial en este caso, del pensamiento. ¡En efecto! Una amenaza de
castración, sea verbal o actuada, es particularmente traumatizante. Una castración
parcial es al mismo tiempo una amenaza de castración total y de muerte, y entonces
una herramienta muy eficaz para someter el niño y el adulto por el terror. Además,
incluso en las culturas que no practican la escisión, la circuncisión es
indirectamente, una amenaza de escisión para las niñas y entonces, una gran
causa de daño psicológico también para ellas.
2) La circuncisión: sesgo cultural de Freud
Las
creencias de Freud en materia de sexología dan testimonio de una ignorancia que
va hasta el desprecio de los órganos de la auto-sexualidad, el tabú de los
tabúes. Por un lado califica el clítoris de "órgano inferior":
De parte de él que descubrió los testículos de
la anguila mala, la aproximación es particularmente grosera. Denigrando el más
formidable órgano de placer en la naturaleza, el pobre circunciso parece muy
celoso. Porque todo al contrario, el clítoris es el prototipo del órgano de placer,
sin ninguna otra función; no participa ni de la micción ni de la reproducción. Eréctil,
el es el falo de la mujer. El juicio de valor que considera un órgano puramente
sexual, presente en todos los mamíferos, como inferior es inadmisible. El inconsciente de Freud niega justamente la
realidad del hecho que el clítoris es un órgano único en la naturaleza. En
realidad, Freud considera el órgano el más específico de la auto-sexualidad
como inferior porque considera inferior la auto-sexualidad. Entonces, el es la
victima de la masiva represión de la cultura judaica. Es una lástima que la
auto-sexualidad sea névrotisante para un circunciso. No es extraño pero no
puede ser generalizado. El gran error de Freud es que considera la función
fálica, sea la función erótico-eréctil, como masculina:
"Habida
cuenta de las actividades auto-eróticas y de masturbación, se puede enunciar
como tesis que la sexualidad de las niñas tiene un carácter esencialmente
masculino." [7]
La
mutilación sexual de Freud explica su concepción disimétrica, falocéntrica, de
la sexualidad. Su afirmación según la cual la niña sufriría de ser privada de
pene parece ser un proyección sobre la mujer de su propia envía inconsciente de
vagina.
Por
el otro lado, como todos los circuncisos en la infancia, niega la realidad y la
natura femenina del prepucio:
“En efecto, el
hombre no tiene sino una zona sexual predominante, un órgano sexual, mientras
que la mujer posee dos: la vagina – propiamente femenina – y el clítoris,
análogo al miembro masculino”[8]
como si prepucio no tenía una cierta simetría
funcional con el clítoris, simetría incluyendo la contracciones orgásmicas sin
eyaculación, aisladas y infinitamente repetitivas, que los circuncisos raramente
conocen. Los que no tienen prepucio no pueden adivinar su valor de segundo
órgano sexual del hombre.
3) El caso Claude Olievenstein
En
un capítulo autobiográfico en que no habla ni una sola vez de circuncisión, pero
que abunda en referencias inconscientes respecto de la misma, el psiquiatra
Claude Olievenstein nos provee también un magnífico ejemplo.
“La parano de
los adultos comienza, me parece, muy temprano en su infancia, muy cerca de la salida
del útero materno.”[10]
– ¡ocho días más tarde, efectivamente!
4) El caso Anna Freud
Culpabilizando
la auto-sexualidad durante su adolescencia, la propia hija de Freud fue la
víctima de la falsa teoría de su padre según la cual la auto-sexualidad seria
neurotisante y tendría que ser combatida. A 18 años, escribí al inventor de la
sexualidad infantil (!) que luchaba contra su inclinación a la auto-sexualidad[11].
II –
Práctica y teoría (mutilación sexual del psicoanálisis)
1) Práctica
Freud
cometió un grave error en el análisis de su paciente más famoso: el Hombre-Lobo.
El día en que el muchacho jugó con su pene delante de su amada nodriza, ésta lo
regañó; “A los niños que hacen eso, se les hace una herida en ese lugar.” Formulada
en tono severo, es una predicción malévola acompañada de una amenaza de pérdida
del amor y por lo tanto de exclusión. Pero Freud la interpreta como una amenaza
de castración. Esta proyección de su propio traumatismo de circunciso tuvo una
incidencia negativa en el análisis del paciente.
2) Teorías etnológicas
En
sus dos teorías antropológicas complementarias sobre la circuncisión, fechadas
de 1916 y 1936, Freud se muestra torpe y tímido.
Su
teoría de 1916, reafirmada en 1933, es apologética de la circuncisión: él la presenta
como un progreso con relación a la castración, sin prueba de que la castración
existiera antes:
“No me parece
dudoso que la circuncisión…. es un equivalente de la castración y que viene a
‘relevarla.”[12]
Es
muy probable que en la antigüedad, la circuncisión, la castración y los sacrificios
humanos existieran, junto o separadamente, según las sociedades. Sólo la desaparición
de uno o del conjunto de estos actos de barbarie, constituye un progreso.
Ocurre
lo mismo en su teoría de 1936 antes mencionada y comentada:
“... cualquiera
que adoptara éste símbolo ponía de manifiesto que estaba dispuesto a someterse
a la voluntad del padre...”[13]
Por
fin, Freud hubiera debido formular la teoría psico-sociológica de las mutilaciones
sexuales infantiles en los primitivos de sociedades polígamas como prevención
del incesto con los dos padres, a través de la amenaza de castración
(muchachos) o de muerte (muchachos y chicas).
3) La desnaturalización por Freud del Edipo de
Sófocles
El
principal prejuicio cultural provocado por la circuncisión en la teoría
freudiana, reside en una visión del complejo de Edipo que desnaturaliza, debilitándole,
el mito de Sófocles. Roheim fue el
primero en señalar el hecho de que los rituales de separación de la madre / sumisión
al padre de los primitivos tuercen el complejo de Edipo:
“.. la superabundancia de
rituales que tratan este tema (la oralidad) es un camuflaje del complejo de
Edipo.”[14]
Esta observación se aplica bien evidentemente
a la circuncisión. Ahora bien, Freud interpreta la ceguera de Edipo como una
castración:
Es erróneo. Con Sófocles, el padre advertido
por el oráculo procura de matar a su hijo abandonándole en la naturaleza.
Interpretar el auto-castigo de Edipo como una castración, lo que no es un asesinato, es muy débil por comparación.
Freud proyectó en el mito de Sófocles la amenaza de castración de la circuncisión,
muy apremiante ya que consistente en un empiezo de realización. Para Sófocles,
la ceguera de Edipo simboliza su ignorancia, su "ceguera", su
inconsciencia cuando mató a su padre y desposó a su madre, entonces una doble
ceguera (un ojo para papá, un ojo para mamá). El hecho de que Freud haya transformado
esta metáfora en un asunto de castración es el colmo de… su propia ceguera,
resultante de la angustia y de los fantasmas de castración de un circunciso. En
el escenario de Sófocles, la punición paternal es la muerte, lo que es el fantasma
inconsciente normal: desear matar al padre para esposar su madre – miedo de ser
matado por él. Luego, Freud proyectó en el mito helénico la idea muy judaica de
un castigo a través de la castración mientras mas que por el muerte. Victima del
traumatismo de su propia circuncisión, desnaturalizó, tuerzo según la palabra
de Roheim, el Edipo de Sófocles. No fue Freud sino Sófocles que inventó el
inconsciente y el complejo de Edipo. Freud inventó la ciencia del
desciframiento del inconsciente, lo que es totalmente otra cosa.
La
consecuencia de esta oblicuidad cultural es un grave error teórico que falsea
la teoría y la práctica psicoanalítica: Freud substituye a los fantasmas
corrientes de castración un “complejo de castración” inexistente que incorrectamente
incluye en el complejo de Edipo.
Para
quienes no hayan sido traumatizados por una mutilación sexual en la edad de los
impulsos sexuales hacia el padre del mismo sexo y de los celos hacia el otro padre,
la amenaza imaginada por el niño frente a la pareja parental, no es de
castración sino de muerte por exclusión de la familia. Freud formuló justamente
esto para las niñas pero lamentablemente no para los muchachos!
En
las culturas que practican la circuncisión, el complejo de Edipo (momento de la
integración en la sociedad) es falseado. Una amenaza real de castración viene a
sustituir el terror imaginario de la muerte que resulta del deseo inconsciente
de matar al padre del mismo sexo. Pero la buena resolución del Edipo no puede
resultar de una acometida (o de una amenaza de acometida) física perpetrada por
el prójimo. Por el contrario la valoración, positiva o negativa, de cualquier
parte del cuerpo, realizada por una violencia real o verbal del grupo social, es
una inaceptable injerencia en el desarrollo del individuo y de la vida
familiar, fuente de psicopatología de masa. Esta afirmación encontró una
ilustración particularmente chocante en Israel donde una decisión de justicia,
felizmente reformada en apelación, condenó una madre a una multa diaria tanto como
ella no hubiera hacer circuncidar a su hijo.
Los
circuncisos, o los que han sufrido una amenaza de castración, pueden encontrar
una escapatoria, creer en una atenuación en su favor de la Ley universal. Nada
como una circuncisión o una amenaza de castración para pervertir a un niño.
Dudar de los actos de sus genitores le es difícil. Es naturalmente conducido a
jactarse, con una gran riqueza de argumentos, de sus beneficios como de sus
fechorías, incluidas aquellas contra sí mismo. Convertido en adulto, aquello
que parece que siempre ha existido también le parece natural, y lo reproducirá.
El
circunciso luego corre el riesgo de hacer de su enfermedad un pretexto irrisible.
Una castración parcial le aporta el alivio de un signo de “identificación” poniéndolo
por encima de las mujeres y del común de los mortales. Como si fuera suficiente
una mutilación para ¡dejar (o no dejar) la infancia! No es tanto que los otros
hombres, los “extranjeros”, son íntimamente considerados como excluidos despreciables,
sucios e intocables so pena de contaminación. Sobre todo, sería impensable que
se casen con su hija o hermana. Racista endogamia y posesión de las mujeres
ciertamente son uno de los motivos de la operación. Circuncisión es también una
marca de pertenencia a una comunidad violenta – y entonces supuesta poderosa.
Pretendidamente más tranquilizante que unos documentos de identidad, un signo
particular se convierte en paradigma del narcisismo de grupos que se excluyen
de la comunidad universal y la discriminan. Ese rasgo de identificación
(amalgamada con pertenencia) ubica definitivamente a sus detentores en una
casta: la de los “elegidos”, que puede creer que todo le es permitido (lapidación,
escisión, matrimonio forzado, poligamia, … etc.) o que todo le es debido (la "tierra
prometida"). Es entonces, por una acción violenta sobre lo inconsciente y
las potentes motivaciones del mundo de los afectos, una técnica perversa de
alistamiento del individuo en una sociedad brutal. Esa técnica refuerza la división
del mundo en grupos rivales librándose a guerras sin cuartel.
Conclusión
La
circastración es el grillete del psicoanálisis que prohíbe al mensaje de Freud ser
escuchado. Por una parte, Roheim mismo no pudo sacar la consecuencia de su magistral
observación sobre las mutilaciones sexuales como susceptibles de causar el fracaso
del Edipo, por otra parte, la castración de la mujer no es un concepto que
funciona. En cambio, inventando sesiones cortas con tarifas delirantes Lacan salto sobre la idea de castración simbólica
para, como demostrado por Elisabeth Roudinesco[16], hacer fortuna operando
la "castración" de la cartera de sus clientes. No obstante, el
psicoanálisis aporta una etiología, una prevención y un tratamiento de las
enfermedades mentales. Superar sus fallas debidas precisamente a la mutilación
sexual de su fundador – lo que supone una restauración profunda – le permitirá
mejor hacerlo en el futuro. Estigmatiza las mutilaciones sexuales como la
expresión de la pulsión de dominación a través de fantasmas sádicos y pedofóbicos.
Esta pulsión es fuertemente reforzada por la denegación de la realidad de la
pérdida y entonces del crimen. El psicoanálisis aporta a la lucha contra las mutilaciones
sexuales primero un método de decodificación de lo inconsciente que permite
reencontrar en cada caso individual el encadenamiento de las circunstancias del
traumatismo, previo a la curación, luego la dinámica de una ética que concierne
a la vez al desarrollo del niño y a la socio-política. La barbarie de las escisiones
femeninas y masculinas emana de un desorden moral contagioso que empuja a los
individuos circuncisos e incluso a los pueblos no circuncisos, hacia el "orden moral". Debe ser abolida
cuanto antes.
Artículos conexos disponibles de modo gratuito
en independent.academia.edu:
- Mutilaciones sexuales y
orden moral
- Circumcision, a
dangerous collective madness
Sigismond (Michel Hervé Bertaux-Navoiseau)
– oldsigismund@hotmail.com
Investigador
independiente en psicoanálisis, antiguo alumno del Departamento de
psicoanálisis de la Universidad de Paris VIII, autor de “Las mutilaciones
sexuales masculinas y femeninas, el mayor crimen contra la humanidad”,
disponible de modo gratuito en independent.academia.edu.
Este texto fue
objeto de una conferencia dada el 4 de septiembre de 2008 en la universidad de
Keele (RU), en el 10 simposio internacional de NOCIRC, organizado con
NORM-UK y la Facultad de derecho de la universidad.
Está publicado en el
sitio del Instituto europeo de psicoanálisis y trabajo social: psychassoc.com y
fué citado por Jean-Pierre Rosenczveig.
[1] Los juegos sexuales de sus niños. Entrevista de
Pierre Bénichou. Planning familial, octubre 1969 (3), 9.
[2] El hombre de las ratas. 1909. Paris: PUF; 1998. O.C.,
IX, 179, n., 2ª Ed.
[4] Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis.
1933. XIX. Paris:
PUF; 1995. O.C., XIX: 170.
[7] Freud S. Trois Essais sur la
Théorie de la Sexualité. 1905 Paris,
Gallimard, 1932, pp. 147 et 148.
[10] El hombre parano. Paris: Odile Jacob; 1992. p. 43.
[11] Correspondance Sigmund Freud
– Anna Freud, 1904 – 1938. Paris : Fayard ; 2012. p. 89-90 et Préface d'Elisabeth Roudinesco,
p. 15.
[13] El hombre Moisés y el monoteísmo. Paris: Gallimard;
1986. 223-24.
[14] Psicoanálisis y antropología. 1950. Paris: Gallimard;
1967. 192-93.
[16] Histoire de la psychanalyse. t
II.
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